martes, 25 de septiembre de 2012

EN LA LUZ DEL TÉ




        Las preocupaciones esperaban fuera de aquellas cuatro paredes; Pilar sabe que allí, junto a la cocina, está a salvo de ellas.


        Ese ritual de aislamiento tiene lugar alrededor de una humeante taza de té.



 

          Abrir el paquete para preparar la infusión, y oler en su interior, hacen que presagie lejanas tierras de la India o de Sri Lanka; el burbujeo del agua caliente la devuelve a la realidad.





          Con aire ceremonioso, coloca la tetera de porcelana en una pequeña bandeja, y entra en la guarnecedora habitación.



    
           Su sala de té es amplia y luminosa, atributos que se ven acentuados por la escasa decoración que presenta. Unos pocos cuadros, alguna extraña escultura y los ventanales, rompen el blanco infinito de las paredes; del alejado techo cuelgan dos inquietantes lámparas de arácnidos brazos.



 

 













          La luz, violenta como el mar que contempla la casa, lo inunda todo.



 



          Toma asiento alrededor de su vieja mesa de madera, y, con la vista puesta en unas solitarias orquídeas que parecen querer asomarse a la ría, bebe el primer sorbo.





          Es ahora, cuando el pensamiento de Pilar sobrevuela la estancia, dejando el cuerpo absorto; solo ella siente su apagado aleteo.


           Las metálicas arañas tejen sobre su cabeza imágenes de húmedos y fértiles valles, dónde el té verde es cultivado, dónde unas manos anónimas lo recolecta y lo mezcla con aromáticas flores para prolongar su dulce sabor.









 
          Cada trago, cada respiración dentro de la taza, cada mirada a su bien iluminado salón, le bastan para degustar ese momento mágico que únicamente algunos privilegiados son capaces de robarles al paso del tiempo.



             Apura la tetera con lentitud, como  resistiéndose  a  acabarla;  sabe que es su último clavo antes de afrontar la vorágine diaria.


                Vuelve a llenar la bandeja, y abandona el aposento.


 





         A punto de pisar la calle, lanza una postrera ojeada, de sana envidia, a sus orquídeas 
que, impasibles, siguen soñando en la luz del té.





   
                                                               A mi amiga Pilar Guerra,
                                                                     por todo estos años
                                                                        ...y por su luz del té.



5 comentarios:

  1. Que bonito, me ha gustado especialmente el ambiente que creas en la habitación. Enhorabuena amigo.

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    1. Gracias, Rosa. El ambiente esta allí, solo había que describirlo, jejeje. De nuevo, te estoy agradecido por haberlo leido. Nos vemos mañana.

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  2. Precioso!!!..Me ha cautivado,y al describir el salon de te....me has llevado a dicha estancia.Enhorabuena por el relato

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  3. Que buena aroma tiene todo.
    Me he apuntado y lo he saboreado TODO¡¡¡¡¡

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  4. No sé por dónde empezar en el agradecimiento, por la lectura del relato, por el comentario o por haberte agregado al grupo de seguidores, sea cual sea el orden, muchas gracias.
    El hecho de saber que has pasado un rato agradable, es suficiente para sentirme feliz.

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